jueves, 12 de agosto de 2010

Pablo, Yolanda, mi viejo y yo…

Nota publicada en la revista: "El Protagonista" de la ciudad de Tarapoto - San Martín - Perú


Escribe: Christian Vásquez Cortez

(Desde Buenos Aires)

Otra vez desde la Argentina, nos llega la crónica de nuestro colaborador y nos hace palpitar con sus recuerdos. Una canción  y la evocación eterna por su viejo, estremece el alma de dos periodistas, de dos generaciones de la palabra, que viven intensamente el  viejo oficio de reportero.

Argentina celebró hace poco su bicentenario, su revolución de mayo. Yo estuve presente, porque este país me ha dado todo lo que yo aspiraba en la vida y claro, tenía que asistir a su fiesta. !Y que fiesta!  Hubo de todo. Artistas, desfiles, comida, cultura…
El segundo día de festejo, fue el que más celebré. Fue el día en el que haría mi sueño realidad, y es que Argentina me ha cumplido varios sueños. Acá pude ver a la selección peruana por primera vez y lloré de la emoción cuando entonaron mi himno. Acá volví a ver a mi equipo de fútbol, Alianza Lima en un partido que jugaron contra Estudiantes de La Plata, por La Copa Libertadores. No ganaron pero, me alegré tanto ver a los “potrillos de la victoria” nuevamente. Tuve la oportunidad de entrevistar a Eva Ayllón, previo a su homenaje a Chabuca Granda. La posibilidad de trabajar en un medio radial. De escuchar varios artistas internacionales en el concierto de la fundación ALAS. Pero había un artista al que nunca lo había visto, ni escuchado en vivo. Aunque su canción emblema lo canto  desde que tengo 4 años, junto a mi viejo, esbozando las notas que nos llegan al corazón. Gritando los dos en la casa de mi mamá Gemita, en Moyobamba.  Recuerdos inolvidables que tocan las cuerdas más sensibles del alma. 


Sólo sé que esa canción, YOLANDA, interpretado por el mejor trovador cubano, Pablo Milanés, es nuestro himno, es nuestra canción, y aunque a mi padre no lo vea hace tiempo y tampoco hablemos siempre, sé que donde estemos, en cualquier lugar del mundo, con las personas que nos rodean, siempre nos acordaremos el uno del otro, cuando escuchemos esa canción. Ya han pasado casi 20 años y todavía recuerdo nuestras tardes cantando a todo pulmón, esa canción del alma del trovador cubano.
Él, por su profesión y porque es un aventurero ha conocido varios países; entre ellos Cuba, la isla caribeña. Se que ha estado por La Habana, y  ha caminado sus sueños por las calles de  La Habana vieja. Ha fumado un habano bien cubano, ha tomado  buenos rones junto a morenas de ojos azules. Lo curioso es que a mí me gustaría ir a Cuba, tengo una debilidad por ese país, sueño con ir a sus playas, caminar por ese malecón, bailar con La Charanga Habanera, o Manolito y Su Trabuco y disfrutar de sus plazas y gente amorosa. No sé si mi viejo sabrá que es mi sueño llegar allá, y aunque no esté de acuerdo con ese comunismo cubano y si con la revolución de los cubanos, sé que algún día iré a la isla caribeña, para gritar en la plaza de la revolución… te amo…te amo…eternamente, te amo…
Pero yo les quería hablar de Pablo Milanés, ese trovador moreno, cubano, gran artista y que me dejó para toda la vida su mejor canción, Yolanda.
Era mi oportunidad de verlo en vivo y no me importó estar desde las 7 de la tarde en plena Av. 9 de Julio, con la multitud de gente que se había aglomerado ese día. Después de pasear por todos los stand de las provincias de Argentina, desde Misiones hasta La Patagonia, pasando por Santa Fe, Córdoba, Jujuy, mientras hacía tiempo que se presentaran las demás agrupaciones.
Empezaron a desfilar muchos artistas, desde el gran León Gieco y cantantes de distintas nacionalidades como colombianos, el candombé con un grupo uruguayo, entre otros.
El tiempo pasaba, eran más de las 12 de la noche, y yo ya estaba muy cansado. Había comido poco, me dolían los pies, tenía mucha sed, pero la oportunidad de ver a Pablo Milanés me hacía resistir, aunque ya estaba sentado y fusilado en plena pista de la 9 de Julio. Eran casi la 1 de la mañana y hubo un silencio. La voz de los parlantes anunciaba por fin al trovador cubano, quien había venido a celebrar el bicentenario argentino. Con la presentación de León Gieco, empezó a cantar un par de canciones lindas, como “Yo me quedo”, “No me pidas”, hasta que llegó el momento del himno. Las notas suaves empezaban a deslizar en mis oídos y supe  que se venía la canción, mi canción. Y la escuché llorando, abrazando a mi viejo más que nunca en mi memoria y fui feliz… esto no puede ser no más que una canción, quisiera fuera una declaración de amor, romántica sin reparar en formas tales, que pongan frenos  a lo que siento ahora a raudales…te amo, te amo, eternamente te amo...”
Desde esa madrugada, los ojos de mi viejo caminan conmigo como siempre, en mis jornadas de reportero por las canchas de fútbol y las calles de Buenos Aires, respirando palabras y murmurando canciones…por eso a veces sé que necesito…tu mano…tu mano…eternamente, tu mano…




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