lunes, 26 de julio de 2010

Larissa campeona del mundo...

Nota escrita por mi viejo.
Molinos de viento
Escribe: Luis Alberto Vásquez

Se acabó el mundial de fútbol en Sudáfrica.  Francia e Italia se fueron sin pena ni gloria. Inglaterra no pudo con  la máquina alemana y Brasil fue triturado por la naranja mecánica. Argentina fue una estafa. Uruguay el corazón. Paraguay, la garra guaraní. Y solo hubo una campeona: Larissa Riquelme. Ella fue el gol, que es sinónimo de un orgasmo.

Después de ver a la modelo paraguaya alentando a su selección en el mundial Sudáfrica 2010, poco nos interesa si la máquina alemana o la naranja mecánica holandesa sean los próximos campeones del fútbol, aunque, claro, quisiéramos que la garra uruguaya, de la mano de Diego Forlán y del loco Abreu, levanten la copa, pero con Larissa Riquelme bañándose en ella.
Y es que los ojos del mundo se han concentrado en esa muchacha linda, de mirada maliciosa, que puso el pecho por su selección, para alentarlo hasta el delirio, mientras su celular, que es su cábala según ella, vibraba en su corazón por las miles de llamadas de sus admiradores.
Larissa Riquelme, la novia del mundial, la mujer de la pelota, la diosa de Sudáfrica, la verdadera garra paraguaya, nos enmudeció a todos con su alegría, con la forma de sentir el fútbol, con la pasión de sus celebraciones, con la belleza de su escultural cuerpo, con su ternura cuando se comía las uñas ante el ataque del rival, con el sudor que brotaba de su alma y que refrescaba nuestra mirada frente a la pantalla del televisor.
Larissa Riquelme nos volvió locos a todos, por la insolencia de su camiseta, por el escote de su alma y la frescura de sus senos hermosos, que mostraba al mundo en todos los idiomas y en todos los canales, ante el latido distinto de nuestros corazones.
Larissa Riquelme nos envolvió a todos  con su carisma, con esa mirada de gata felina, con esos guiños malditos que perturbaban nuestras ganas de mirar esa jugada de Roque Santa Cruz, que alteraban nuestros sentidos al punto de no entender si  esa jugada estaba fuera de juego.
Larissa Riquelme ha sido la estratega del mundial, la que tenía un plan secreto, un lenguaje oculto, para finalmente ser la campeona del mundo: por su belleza, por su atrevimiento, por su simpatía, por ser una locura hermosa, porque se atrevió a jugar en cortita, porque nos hizo huachas a todos, porque sus pases fueron milimétricos, porque sus toques han sido mágicos, porque estuvo en la jugada siempre, porque estuvo en el momento preciso del gol, que es un orgasmo, que es una locura indescifrable…
Larissa Riquelme gritaba en el estadio en guaraní: Eyopy cheve pepukusho ( apriátelo al gigante ese), Aní ejeyá Xavi pe ( no lo dejes ni por un instante a Xavi) y hasta con coraje paraguayo dijo a toda voz, Ehevipo´e (tócale el trasero) y Epyvoí (patéalo), para alentar como se debe alentar a nuestra patria.
En el olvido quedarán Dunga y Felipe Melo y nadie se acordará de los goles de Luis Fabiano, tampoco recordarán a Otamendi ni a Burdisso y no le interesará a nadie, porqué Maradona llevó a Palermo al mundial. En nuestra memoria solo habrá espacio para ella, para la novia del mundial, para Larissa Riquelme y su corazón latiendo a mil por hora…para siempre.
La espectacular paraguaya ha declarado al mundo que es una mujer ardiente, que ama el fútbol y las locuras de la vida, que le duele que su selección haya sido eliminada, pero que está orgullosa porque sus compatriotas han dejado el alma en la cancha, como ella dejó en las tribunas. Que no se pudo desnudar, que no pudo cumplir la promesa que todos esperamos, pero se comprometió con los peruanos, si con los peruanos, que esa promesa podría hacerse realidad en Lima y otra vez nos volvimos locos todos, por el fútbol, pasión de multitudes. (&)
Larissa es nuestra campeona del mundo, con ella esperaremos el mundial del 2014 en Brasil, para defender su título, con la misma táctica de su mirada, con la misma pasión de su escultura, con la misma locura, que solo el fútbol, pudo sacar de su alma.
(&) Larissa ya se desnudó para alegría de todos…


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